¿Dónde están los hombres?
La Palabra de Dios es espectacular. Es increíble como podemos leer lo mismo 40 millones de veces y siempre nos enseña o nos muestra algo nuevo. Estaba leyendo un pasaje muy conocido, pero algo extraño me llamo la atención.
Los primeros versículos de Marcos 16 nos cuentan como el domingo después de la crucifixión un grupo de mujeres iban a ungir el cuerpo de Cristo y “en el camino, se preguntaban unas a otras: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada de la tumba?” (v.3). Terminé de leer la pregunta cuando inmediatamente pensé: “bueno y ¿dónde estaban los hombres? ¿Dónde estaban los apóstoles?” Estas mujeres estaban destrozadas, el Hombre de sus vidas había muerto. Ellas habían visto a Cristo en la cruz, cubierto de sangre, irreconocible. Dice que iban camino a la tumba “por la mañana muy temprano” (v.2), me imagino que no durmieron la noche anterior empujando las horas para ir y ungir el cuerpo de su Amado, verlo y tocarlo una ultima vez. Pero se preguntaban quien les movería la piedra que cubría la tumba, ellas no podían, era muy grande, muy pesada. Los hombres brillaban por su ausencia, estaban escondidos. Ellos también estaban destrozados; el dolor, la confusión, y el miedo no les permitían actuar.
¿Cuántas veces te has sentido como esas mujeres? Con el corazón destrozado y totalmente sola. Tal vez te preguntas, “¿quién me va a quitar esta piedra tan pesada del camino?”. Te sientes tan frágil, ya no puedes más. Miras al futuro y te atemoriza. Tal vez eres soltera. Tal vez estás casada, pero es como si no lo estuvieras. Soltera, casada, joven, mamá, anciana, como sea y en donde sea la cuestión es que miras alrededor y no hay nadie quien te ayude. Nadie que te proteja, te defienda, que te apoye, te entienda, o por lo menos te tome en cuenta. Y lamentablemente es posible que estés rodeada de hombres. Pero ¿Por qué no les importa? ¿Por qué no se dan cuenta que los necesitas? ¿Por qué a tu papá se le hace tan difícil abrazarte? ¿Por qué tu hijo no es paciente y comprensivo contigo después de que diste tu vida por él? ¿Por qué tu esposo está listo para besar y acariciar tu cuerpo cuando llega la noche, pero ignora tu corazón durante el día? ¿Por qué? Ellos pueden aliviar el dolor, calmar tus temores, darte seguridad, pero la realidad es que te sientes sola y ya no puedes más.
El punto no es hablar mal de los hombres, porque no todos son iguales. ¡Aleluya! Gracias, Dios mío. Hay muchos hombres que aman al Señor y son excelentes padres, esposos, hijos y mucho más. Pero aun el hombre ideal, el más espectacular, sigue siendo hombre, o sea humano. Y es que por más que los hombres no quieran fallan, los pobres meten la pata. Tratan lo mejor que pueden, se esfuerzan, se cansan, se equivocan, y aunque muy rara vez lo admitirían a veces tienen miedo. Ellos hacen lo mejor que pueden y lo entregan todo en su capacidad humana, y nosotras los amamos tal como son porque entendemos que son solo hombres, humanos, imperfectos.
Tampoco estoy tratando de decir que toda mujer necesita a un hombre en su vida para tener algún tipo de valor. Tal vez te han lastimado tantas veces que has cerrado tu corazón y dices que no necesitas a nadie mucho menos a un hombre. Lo que trato de decir es que seamos solteras o casadas con hombres maravillosos, mujeres independientes o rechazadas, la realidad es que toda mujer necesita a ese Hombre perfecto que es de otro mundo, al único Hombre que es humano y Dios en uno.
Ese Hombre, mi amiga, si eres nacida de nuevo, es tuyo. Sí, Cristo es el único Hombre que es perfecto. Él nunca tiene excusas, ni se le olvidan sus promesas. Nunca jamás se cansa (Isa.40:28), nunca le tiemblan las piernas, “sus piernas son como columnas de mármol” (Cant.5:15). Está totalmente comprometido contigo, siempre sabe cómo te sientes y como ayudarte. Él no tiene temor de enfrentar el futuro porque ya lo conoce. Te puede guiar y lo puedes seguir con toda confianza. Está seguro de su amor por ti y no te busca con intereses egoístas. Cristo Jesús, es el único Hombre que puede mover cualquier piedra, por más grande y pesada que sea. Nunca se equivoca, ni decepciona. No quiere manosearte, quiere acariciarte. Nunca te va a decir: “Ya vas a empezar otra vez. Tú si eres complicada.” Todo lo contrario, te dice: “Dejame oír tu voz. Pues tu voz es agradable y tu cara hermosa” (Cantares 2:14). Quiere escucharte, quiere que le hables, que te desahogues con Él. No quiere acusarte, criticarte, ni juzgarte. Quiere y puede animarte, levantarte, sanarte, y restaurarte. Él es la Roca (1 Cor. 10:4), te puedes apoyar en Él. De su boca salen palabras de amor y ternura para ti y también sale una espada de fuego para destruir a el Enemigo que quiere lastimarte (Apo.19:21). Él es la combinación perfecta de dulzura y fuerza, es todo lo que tu corazón delicado femenino necesita.
Volviendo a Marcos 16, en camino a la tumba aquel domingo en la madrugada aquellas mujeres iban con el corazón destrozado. En medio de su dolor lo único que querían era ungir el cuerpo de ese Hombre que les había cambiado la vida. Ellas habían gastado su dinero comprando especies para embalsamarlo, se habían parado muy temprano, habían hecho sus planes, pero ahora no sabían quién las ayudaría a entrar a la tumba. Pero cuando llegaron no se encontraron con la piedra, ni encontraron el cuerpo del Hombre que amaban. ¡No! Se encontraron con un ángel que les dijo que Cristo había resucitado. Se fueron corriendo “asustadas, pero a la vez llenas de gran alegría" (Mat. 28:8). Cuando “de repente, Jesús le salió al encuentro” (v.9. NBLH). De repente, ya no había dolor. De repente, lo que les preocupaba ya no importaba. De repente, se encontraron cara a cara con aquel Hombre que les había cautivado el corazón y todo cambio. Él resucitó y a ellas les volvió la vida al cuerpo. Una vez más Cristo cambio todo.
Temprano en la mañana estas mujeres pensaron que necesitaban la fuerza y la ayuda de hombres porque ellos podían mover la piedra y ellas no. Si los discípulos hubieran estado con ellas y Cristo no hubiera resucitado, ellos hubiesen movido la piedra y ellas hubiesen embalsamado al Señor. Ellos hubiesen hecho lo que podían como hombres, y ellas hubiesen hecho lo que podían como mujeres, y continuar con sus vidas en dolor y desesperanza. Pero alabado sea el Señor, ¡Cristo resucitó! Y ellas se encontraron con el Hombre que realmente necesitaban. El único Hombre que "vino de lo alto y es superior a cualquier otro" (Jn. 3:31), aquel que resucitó no solo para ayudarlas con algo terrenal como una piedra, sino que se las encontró para revelarles que Él es un Hombre diferente, incomparable, El Dios de lo imposible, El Rey de Reyes, su Amado y su Príncipe de paz, fiel hasta el final.
Si hoy tu corazón grita desesperadamente “¿Dónde están los hombres?”. Cristo Jesús, el Hombre que no se escondió cuando los soldados los fueron a buscar, que el miedo no lo paralizó, sino que su amor por ti lo impulso a dar un paso adelante (Jn. 18:4), ese mismo Hombre te dice:
¡Aquí estoy! ¡Aquí Estoy! (Isa. 65:1)
¡Levantate, amada mía! ¡Ven conmigo, mi bella mujer! (Cant. 2:10)
Sí, aquí está corazón y quiere tanto que te dejes amar por Él. Tal vez Él ha permitido situaciones en tu vida para que te des cuenta de que por encima de todo, Él es el Hombre que más necesitas y que solo su amor puede llenar cada huequito de tu corazón. Tal vez ha permitido que llegues a este punto donde te sientas sola y te preguntes "¿donde están los hombres?" porque es la unica manera que puedes darte cuenta que toda la vida te ha estado diciendo: "Aquí estoy."
Cristo Jesús quiere tanto que te des cuenta de que es más que Creador y Salvador, es el Hombre que está completamente enamorado de ti. Él es todo y mucho más de lo que puedes imaginar. Él es ese Príncipe de Paz que toda mujer desea y necesita, y te quiere a ti, quiere que te entregues a Él. No tienes que enfrentar la vida sola, sin quien te defienda y proteja. Levantate y ve con Él y dejalo que haga por ti y en ti lo que nadie más puede hacer. Y ya que lo has encontrado haz como la sunamita en Cantar de los Cantares: "¡Encontré a mi Amado! Lo tomé y lo abracé con fuerza" (3:4a). Entregate a Él, abrazalo con fuerza y enfrenta la vida a su lado. ¿Estás lista? ¿Te atreves?